miércoles, 10 de junio de 2009

Exposición de Matisse en el Museo Thyssen-Bornemisza.

El Museo Thyssen-Bornemisza reivindica al Matisse más íntimo y maduro con la exposición 'Matisse, 1917-1941' que incluye 74 pinturas, esculturas y dibujos que el artista realizó en el tramo central de su carrera.

Al comienzo de la exposición, se exhiben los cuadros hechos en los primeros años de su retiro a Niza (Francia). Uno de los motivos dominantes es la ventana. El recorrido de la exposición continúa con una sala dedicada a la exploración del espacio exterior a través de la pintura de paisajes yjardines, vistos a veces también desde la altura de un balcón o una ventana.

En el tercer capítulo se muestran sus naturalezas muertas y se yuxtaponen a escenas de interior pintadas con las puertas o las ventanas cerradas. Las modelos se nos muestran a veces ensimismadas, a veces, durmiendo. Flores, espejos, sedas y joyas atraen la mirada del pintor. En el arabesco del pincel se esconden tanto el deseo como el desmayo o la tristeza.


En la siguiente sección, se observa cómo el pintor vuelve a la reflexión sobre el arte musulmán (textil) que, desde finales de la primera década del siglo XX, había sido determinante para su obra.

A continuación, llegamos al desnudo femenino, como el centro atención principal del pintor. El espejo le ayuda a estudiar todos los problemas de la pintura.

En la segunda mitad de los años 1930, Matisse refuerza su aislamiento e intensifica su dedicación obstinada a la pintura. Vuelve a la pintura de caballete, aunque dejándose contaminar ahora por la abstracción que había alcanzado en la Danza de la Fundación Barnes y en el Desnudo de espaldas IV. Sus figuras se nos presentan cada vez más absortas en sí mismas, más nocturnas e inalcanzables. El color se hace más incorpóreo y la forma se reduce a trazo, signo que fluye.
Las series de dibujos que el pintor agrupó bajo el título de'Temas y variaciones' (1942) constituyen el final de una época y de la exposición.

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