jueves, 15 de octubre de 2009

VER ITALIA Y MORIR. Fotografía y pintura en la Italia del S.XIX.




Del 7 de octubre al 20 de diciembre de 2009 podrá visitarse en la sala de exposiciones de la planta 1, del edificio de FUNDACIÓN MAPFRE, en el Paseo de Recoletos, 23 de Madrid, la muestra que reúne pintura, fotografía y escultura en torno a la representación de Italia en el S.XIX.

FUNDACION MAPFRE, en colaboración con el Musée d’Orsay, presenta Ver Italia y Morir, -Pintura y Fotografía en Italia en el S.XIX- .Tras su paso por París, la exposición invita a un viaje para descubrir todos los tesoros del país que entonces encarnaba el summum de la belleza. Partiendo de una idea de Guy Cogeval y Ulrich Pohlmann, la exposición retrata Italia vista por los artistas desde una perspectiva múltiple y contrastada.

En tiempos del Grand Tour, todo creador que se preciara de serlo debía pasar por el rito de viajar a Italia y vivir la transformación que sus paisajes, sus gentes y su forma de vida infería en quien lo visitaba. Escritores, intelectuales, bohemios y aristócratas realizaban un viaje que les llevaba desde Venecia hasta Sicilia –esta última sólo para los más atrevidos- y les hacía resurgir con una mirada diferente, despierta, intensa.

El descubrimiento de la fotografía y su práctica alteró la concepción del país de peregrinaje y la belleza. Los artistas, dominados hasta este momento por su formación pictórica, abrazan un medio que les permite una objetividad documental desconocida hasta entonces. Aparece una fructífera tensión entre la manera de ver la realidad de unos y otros, y esto afecta a la percepción del denominado por muchos “paraíso terrenal”, pero también a la evolución que estos artistas sufrirán.

Ver Italia y Morir, título de esta exposición, deriva directamente de la famosa frase de Goethe “Vedi Napoli et poi mori” (Ver Nápoles y luego morir), se apropia de ese sentimiento y propone una simultánea contraposición y comunión de los frutos de estos descubrimientos, de la evolución del país y de sus gentes. Realiza un viaje en el tiempo que parte de los años del invento del daguerrotipo hasta la consolidación del Risorgimento, donde el telón histórico de fondo influye de manera determinante en la evolución del arte del XIX en Italia y en todos los artistas que reverencian este país. En esta exposición se invoca aquella atmósfera para devolverla a la actualidad recuperando su vigencia, haciendo memoria de fascinaciones precedentes para poder comprender las fascinaciones actuales.

Los miembros de la llamada Escuela de Roma investigarán y trabajarán con la fotografía, ahondando en esa aproximación más austera y neutra que el medio les permite, en comparación con la ensoñación que tiñe Italia de la mano de los pintores. Pompeo Molins, James Anderson o Giorgio Sommer, entre otros, deciden retratar las ciudades desde la distancia que les permite la fotografía, ahondando en la percepción del detalle geográfico y buscando que la atmósfera de la obra venga determinada por esta imagen fiel a la fuerza, no a la representación idílica sobre el lienzo.

A lo largo de la exposición podremos observar el diálogo que se entabla entre pintura, fotografía y escultura y que debe asemejarse en gran medida al diálogo sostenido por los ávidos viajeros que llegaban a Italia. La tensión entre la austeridad de los daguerrotipos y los calotipos y la riqueza de determinados lienzos como El Tepidarium "la sala donde las mujeres de Pompeya descansaban y se secaban al salir del baño", 1853 de Théodore Chassériau, o Les Pelerins a Rome, de Paul Delaroche, es palpable. Las fotografías del pueblo italiano de Carlo Baldassare Simelli o Edmond Lebel y los paisajes de Giacomo Caneva permiten apreciar la revolución que estaba sufriendo el arte y el país en ese momento.

Venecia, Florencia, Roma y sus foros; Pompeya y los yacimientos arqueológicos, Sicilia y Capri son algunas de las ciudades que encontraremos representadas bajo prismas muy diferentes. Los interiores de las iglesias y los templos, la representación de los paisajes ensoñados, y la nostalgia que impregna todas estas obras contrasta con la adusta densidad de las fotografías que se nutren de una melancolía más sobria por ceñida a la realidad.

El origen, las ruinas, la civilización antigua, hechizan a estos nuevos artistas. Plasman la memoria en imágenes absolutamente documentales, desnudas, sin aderezo. Tanto en estas obras como en los retratos podemos atisbar una Italia salvaje y ruda, a la par que dulce. Un territorio virgen donde muchos optan por asentarse desertando de sus países de origen.
Vamos recorriendo la Historia desde el viaje exclusivo de los más pudientes a los primeros viajes turísticos de la burguesía, que toma el relevo de la aristocracia. Su demanda se refleja en las primeras guías de Thomas Cook, y en los álbumes de expedición que los visitantes primero deben comprar y luego finalmente pueden elaborar ellos mismos cuando se populariza la técnica fotográfica. Los denominados turistas son entonces los viajeros por el placer de poder hablar de lo visto y vivido. Los hermanos Alinari o Alphonse Bernoud son algunos de los fotógrafos que viven de vender su obra como souvenir a los turistas. El recuerdo ya no es exclusivo de la clase social más pudiente. Las fotografías lo acercan a las gentes, y gracias a las guías ilustradas se viaja a ver lo ya visto, a encontrar la realidad de la que ya se tiene una imagen. Italia se convierte, para la Europa del norte, en un país lleno de un exotismo por descubrir.
Paralelamente, y desde un punto de vista muy distinto, está ocurriendo lo mismo con España.
El mundo ama a Italia. Italia se ofrece y el mundo acepta. El país sufre la transformación del Risorgimento, con la serie de contiendas que ponen de manifiesto la pobreza, la forma de vida infrahumana a la que están sometidas la mayoría de sus gentes, la violencia y la necesidad. La representación del pueblo italiano es realista o ensoñada; los extranjeros llegan a percibir esa pobreza como “lo más hermoso”, y aparece de nuevo, como en otros momentos históricos esenciales, la perversa relación entre los refinados extranjeros y los locales -con una libertad y una manera de vivir salvaje y envidiable a los ojos del extranjero-, que queda prendado y decide no volver atrás. Todo esto nos ofrece este viaje, y todo esto pretende que asimilemos.

Con más de 40 prestadores entre colecciones públicas y privadas, donde encontramos obras de la TATE, el Museo Hermitage de San Petersburgo, el Folkwang de Essen, el Stadtmuseum de Munich, el Louvre, y como no, con gran parte de fondos del Musée d’Orsay, los comisarios, Guy Cogeval, Presidente del Musée d’Orsay, Ulrich Pohlmann, Director de la colección de fotografía del München Stadtmuseum, Françoise Heilbrun, Conservadora Jefe de fotografía y Joëlle Bolloch, Responsable de documentación, ambas también del Musée d’Orsay, han logrado dibujar una semblanza del viaje que imponía y permitía Italia entonces, de la percepción que tenían del país en el mundo en ese momento, y recuperar la memoria de los viajes iniciáticos esenciales.

Del 7 de octubre al 20 de diciembre de 2009.
FUNDACIÓN MAPFRE. Instituto de Cultura.
Paseo de Recoletos nº 23



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