miércoles, 4 de junio de 2008

Florian Maier-Aichen en el Museo Thyssen-Bornemisza dentro de PHotoEspaña 2008.


Los panorámicos e irreales paisajes del alemán Florian Maier-Aichen, a medio camino entre la fotografía y la pintura, recibirán a los visitantes del Thyssen-Bornemisza en el hall central del Museo desde hoy y hasta el próximo 27 de julio, dentro de la programación de PHotoEspaña.

Por tercer año consecutivo, el Thyssen acoge una exposición del Festival Internacional de Fotografía y Artes Visuales para centrarse, en esta ocasión, en el trabajo más reciente del alemán Florian Maier con dieciséis fotografías de grandes dimensiones que reflejan paisajes naturales y urbanos.

El artista, que utiliza una paleta poco convencional y unos puntos de vista a menudo extremos para conseguir una sensación de irrealidad, mezcla en sus imágenes la herencia clásica del paisaje con una visión muy contemporánea, marcada por el alejamiento de los puntos de vista y por los procesos de manipulación a los que somete a sus obras.

En ese proceso de manipulación, Maier-Aichen combina la técnica fotográfica con retoques realizados gracias a las nuevas tecnologías de tratamiento de la imagen.

Entre sus fotografías más paradigmáticas destacan las que retratan la costa californiana, normalmente vistas aéreas, así como las relativas a los Alpes y otras localizaciones de gran belleza por sus colores saturados y sus perspectivas panorámicas.

La trayectoria artística de Florian Maier, que reside en EEUU, se inicia como reacción a las estrictas normas establecidas por una de las corrientes más influyentes de la fotografía del siglo XX, iniciada por el matrimonio alemán formado por Hilla y Bernd Becher, cuyo lenguaje visual para el joven Maier-Aichen estaba ya agotado.

La forma de trabajar del fotógrafo le lleva a lugares extremos, desde altísimas cumbres de montañas hasta helicópteros, para conseguir la mayor amplitud posible en el campo de visión.

De esta forma logró algunas de sus más bellas imágenes, incluidas en la exposición, de la costa de Malibú (2005) desde arriba, entre el frío océano y el cálido e irreal magenta de la tierra, lo que crea una escena casi apocalíptica.

También las grandes dimensiones de sus fotografías ayudan a envolver al espectador con la majestuosidad de sus paisajes, conectados inevitablemente a la obra del pintor romántico alemán Caspar David Friedrich gracias a la sensación de misterio e irrealidad que las mismas transmiten.

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