jueves, 31 de mayo de 2007

El Palacio Real desvela el secreto de los arcabuces españoles en una exposición.

Más de 300 armas, accesorios de caza del siglo XVIII y piezas relacionadas con ellos se exponen en "Tesoros de fuego".

¿Cuál era el secreto de los arcabuces que en el siglo XVIII se fabricaban en Madrid? Las cortes de media Europa codiciaban estas armas por su resistencia y seguridad, y enviaron a sus mejores espías para que averiguasen la fórmula. Casi un siglo indagando, pero no dieron con ella. Algunos emisarios daban explicaciones de lo más peregrinas, como aquel espía francés que creyó que la razón había que buscarla en el río Manzanares, cuya agua se utilizaba en la forja del cañón y el ánima del arcabuz .

La clave tuvo que revelarla el mismísimo rey Carlos III. No le quedó más remedio. Comenzaron a proliferar las falsificaciones y era preferible descubrir la receta. "El quid estaba en las herraduras viejas de los caballos", explicó Álvaro Soler, comisario de la exposición "Tesoros de fuego. Arcabucería madrileña del siglo XVIII", una muestra que reúne en el Palacio Real más de 300 piezas entre arcabuces, pistolas, accesorios de caza, tapices, pinturas, mobiliario, documentos, libros y punzones de arcabucero.

"Estas herraduras se compraban por sacos y procedían de las ferrerías vizcaínas, donde se obtenía un hierro de excelente calidad", dijo Soler. Tras su desgaste en los cascos de los caballos, las herraduras se volvían a fundir, pero "ahora era un hierro muy trabajado, pues el caballo había hecho esa labor, y el acero que salía de este proceso era extraordinario".

Antes del entregar el arma al rey o alguno de los miembros de la familia real, el arcabuz pasaba por un exigente banco de pruebas. La definitiva consistía en meter el triple de carga que admitía el cañón. "Si superaba la descarga sin que el arma reventase, se podía decir que era un buen arcabuz, un arcabuz digno de un rey", explicó Soler. Una vez concluida la pieza, el arcabucero estampaba su sello con un punzón, que era "el equivalente a la firma de un pintor en su cuadro".

El artesano también elegía y diseñaba la culata, casi siempre en madera de peral y con las vetas en el sentido del cañón para amortiguar el impacto del disparo. Arcabuceros famosos -era un puesto cotizado y bien remunerado- fueron José Cano, Gabriel de Algora, Juan Belén y Nicolás Bis.

Un gran aficionado a la caza, y a los arcabuces, fue el pintor aragonés Francisco de Goya. "Hay cuadros y tapices donde reproduce estas armas con una minuciosidad que no deja lugar a dudas acerca de los conocimientos que tenía de ellas", aseguró el comisario de "Tesoros de fuego".

TOMÁS GARCÍA YEBRA

Salas de Exposiciones Temporales
del Palacio Real de Madrid
Calle Bailén s/n
Visita gratuita
Horarios:
Lumes a Sábado 9:00 a 18:00
Domingos y Festivos 9.00 a 15:00

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